Eugenio Trías (corresponsal desde Bilbao)
Me encuentro siempre aquí, en casa, tanto en esta ciudad, esta bellísima ciudad, cada vez más hermosa; y en esta aula, en el Aula de Cultura, a la que ya visito creo que por tercera o cuarta vez, seguro tercera vez; es posible incluso más veces, pero siempre me he encontrado, repito, como en casa. Y deseo un poco transmitirles la impresión y la emoción que me produce estar aquí con ustedes. En este caso la cita es distinta que otras veces. Recuerdo haber hablado aquí, pues, en la época que ha evocado mi amigo, cuando escribí La edad del espíritu, que fue cuando nos conocimos, en que un poco el tema era Pensar la religión . El tema “pensar la religión”, pues en el fondo mi oficio es el de la filosofía y, por tanto, mi compromiso cívico y mi compromiso público consiste en pensar aquellos temas que en cierta manera me incitan y al mismo tiempo me inquietan, me incitan o me seducen.
Bien, un poco en esta misma orientación y línea y atendiendo a mi propia biografía, he de reconocer que desde que tenía probablemente diez años, la música, yo me atrevería a decir la mejor música, me ha ido acompañando. Inicialmente, pues, era de manera muy ingenua, a través del encuentro con la radio. Yo soy de esos españoles que se encontraron con el mundo exterior a través de la radio, sobre todo, cuando estaba enfermo o en circunstancias en que me era posible. Y fue a través de la radio donde precisamente trabé contacto con nombres, que inicialmente tomaba nota en un cuaderno, nombres casi todos extranjeros -Beethoven, Chopin, Schuman, Schubert, Wagner, Stravinski, etc.- y que, poco a poco, me fueron evocando la existencia, me sugirieron la existencia de un universo fascinante, de un universo enormemente seductor, pero al mismo tiempo conmovedor y que, en cierta manera, no era ajeno a mis necesidades y exigencias de tipo intelectual.
En este sentido, he tardado mucho, he tenido que consumar un proyecto filosófico, atravesar esa cifra clave que son los 60 años, para adentrarme en el mundo de la música y pensar la música. El proyecto que inicialmente tuve se inició de una manera directa y de una manera decidida y comprometida, hace unos 6 ó 7 años. La idea era escribir un libro que se llamara Pensar la música; al final, se ha titulado El canto de las sirenas y, entre paréntesis, Argumentos musicales . El canto de las sirenas, es un motivo, casi sirve como de metáfora de lo que la música es, con toda su ambigüedad. La música tiene una profunda ambivalencia. Es, al mismo tiempo, algo seductor que incita a nuestras experiencias, diríamos, más instintivas, incluso irracionales y, al mismo tiempo, es lo que puede en algún sentido elevarnos hasta las formas supraracionales; un poco a caballo entre lo irracional y lo supraracional. Bien, en cualquier caso, la idea inicial era escribir un libro que se llamase Pensar la música .
De todas maneras, he de reconocer que, desde un principio, mi contacto con la música fue un contacto muy concreto; un contacto muy referido a las composiciones musicales y, sobre todo, a las grandes aventuras de la creación música. Desde muy pequeño, desde mi adolescencia, estaba absolutamente fascinado por la labor de creación de estos que consideramos grandes músicos de la tradición occidental, pues, desde el barroco en adelante; también en pleno siglo XX. Y un poco en esta dirección es como ha ido cristalizando este libro El canto de las sirenas , que por algo se llama Argumentos musicales , en el que se recorren cuatro siglos, cuatro siglos de música occidental, desde 1607, que es cuando se estrena esa opera paradigmática, origen de la opera y, al mismo tiempo, mito y leyenda de la música que es El Orfeo de Monteverdi. Al fin y al cabo, mito y la leyenda de la música se condensa en este gran tema griego que es la historia de Orfeo, la leyenda de Orfeo. Y que incluye el libro desde 1607 hasta 2002, que es cuando muere uno de los grandes padres fundadores de la música de la segunda postguerra, que es esa gran música todavía para nosotros, a veces algo ignorada, injustamente ignorada. Una música que emprenden ciertos pioneros de muy distinta nacionalidad, John Cage en Norteámerica, Pierre Boulez en Francia, Karlheinz Stockhaussen en Alemania y Iannis Xenakis en Grecia. Es esta música la que culmina mi libro.