Con poca coherencia y cero relatos lineales es la mejor forma de comenzar el relato de la noche del beat eterno. “Si la música tuviera un génesis, sería el ritmo” dice mi viejo, y tendríamos que hacerle caso, al final, mientras más relación logremos con la música (la identificación de la letra, lo heartbreaking de la melodía o el baile) mejor.
Desde el momento que llegamos al lugar, con todo lo que el ritual conlleva, nos vamos desprendiendo de las inhibiciones. El beat, el Groove, el bajo, lo nuestro, golpeando los vidrios se siente desde el otro lado de la vereda, y de este lado se queda toda la razón, bastante rezagada a nuestros pasos. El house “is in da house!!!” desde que entramos, el DJ Happy Murder con mascara mas distorsionada que su música, asesina preconceptos y maneja las tablas como
carpintero, con la cantidad casi igual de ambos sexos equilibrando todo esta noche. El espectro de sonidos, de gente y de sensaciones, nos deja a todos un buen sabor, directamente desde la coalición más under del país, con los brazos arriba y la mirada clavada en otro.
Nuestros merecidos momentos de descanso entre tema y tema, nos preparan para la próxima y última explosión de frecuencias bajas, que en este momento ya nos tienen en el baile frenético contagiante, con muchas esperanzas de tener un final más feliz de lo acostumbrado, entendemos lo primitivo del colectivo humano, y con muy poco la desnudez mas verdadera nos llega.
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