Lo que, de alguna manera, terminará cristalizando, precisamente, la tradición pitagórica, como después las ciencias de la armonía. Pues desde Rameau hasta Sember o desde el Gradus ad Paranassum de Muzio Clementi, hasta las últimas teorizaciones sobre los principios armónicos en el siglo XX, o el cuestionamiento de la armonía. También en el siglo XX nos encontramos que este ámbito musical está en cierta manera, ilustrado e iluminado por este primer discernimiento entre lo consonante y lo disonante, entre lo eufónico y lo cacofónico. Aun teniendo conciencia de que uno de los grandes méritos de la música del siglo XX ha sido romper el dique rígido, a veces extraordinariamente dogmático, entre lo que podemos llamar aceptable como sonido y rechazable como ruido, uno de los grandes méritos de ese enorme gran compositor y al mismo tiempo teórico de la música, una especie de Sócrates musical del siglo XX que es John Cage. El norteamericano John Cage, en su labor a través de la segunda postguerra, en los años 50 especialmente y 60, fue romper precisamente este dique. O sea, hay que aceptar y acoger los sonidos en su materialidad porque es esa materia la que, de alguna manera, nos puede dar lugar a una intervención poética, a una poética del sonido, que dimane precisamente de un acercamiento a él.
Bien, con todo esto, lo que les estoy sugiriendo y diciendo -y este es un tema sobre el cual y a partir del cual estoy hilvanando la conferencia- es que no se trate de acercarse a la música para pensarla desde fuera. Ese es el tipo de aproximación habitual que suele hacerse desde la filosofía a la música: es pensarla siempre como algo externo a la propia filosofía. Incluso un gran teórico de la música, músico él mismo, y que para mí es el único, una gran excepción, en un siglo muy sordo respecto a la música como es el siglo XX, en relación a la filosofía, que es el caso de Adorno. Sin embargo, su percepción en cierta manera también es externa. Es un poco la música considerada desde una teoría crítica iluminada e ilustrada por el marxismo, por un marxismo también repensado y reconducido por lo que llama él la dialéctica negativa. Pero un poco la música tenida como objeto. Por tanto, hay que pensarla, por qué la música no se piensa así misma.
Aquí me enfrento a los grandes filósofos de mi tradición. Kant pensaba que la música solamente da placer. También es verdad que Kant, cuando hacía una jerarquía de las artes, ponía a la música en el estadio más bajo. Hay quien maliciosamente dice que la razón era muy mayor. A Kant no le temblaba el pulso ni la mente, pero a veces tenía manías Y parece ser que tenía unos vecinos que tocaban un cuarteto y que en esa época no había, por así decirlo, paredes maestras que preservarán los sonidos. Y estaba extraordinariamente irritado con estos jóvenes músicos que no le dejaban pensar. El caso es que sitúa la música en el estadio más bajo de toda la jerarquía de las artes, junto a la jardinería, con todos mis respectos para ella, y junto a la ornamentación, concretamente al arabesco. Pone al mismo nivel música, arabesco y jardinería. Es una percepción y una mentalidad que, quizás, puede ser bastante común dentro del mundo de la Ilustración , al cual el propio Kant pertenece. Es verdad que en la propia estética de Kant hay muchos elementos que estarían como en contradicción de esta percepción tan negativa respecto a la música.
Llegamos al romanticismo que, por el contrario, exalta la música, pero por esa vía que para el romanticismo es fundamental: la música como expresión del sentimiento, como expresión de las emociones. El propio Hegel, en una aproximación muy interesante en sus Lecciones de estética sitúa la música en un rango muy elevado, incluso por encima de la pintura, por encima de la arquitectura, en general de las artes plásticas. Pero sólo en la medida, precisamente, en que la música remueve la subjetividad a través de afectos y sentimientos, como decía Schleiermacher. Es un poco la expresión misma del sentimiento, la expresión de una forma a través de las cuales el propio Nietzsche decía que la música era una especie de semiología sistema de signos, relacionado precisamente con los afectos, con los afectos y los sentimientos.
Bien, con todo esto, lo que les estoy sugiriendo y diciendo -y este es un tema sobre el cual y a partir del cual estoy hilvanando la conferencia- es que no se trate de acercarse a la música para pensarla desde fuera. Ese es el tipo de aproximación habitual que suele hacerse desde la filosofía a la música: es pensarla siempre como algo externo a la propia filosofía. Incluso un gran teórico de la música, músico él mismo, y que para mí es el único, una gran excepción, en un siglo muy sordo respecto a la música como es el siglo XX, en relación a la filosofía, que es el caso de Adorno. Sin embargo, su percepción en cierta manera también es externa. Es un poco la música considerada desde una teoría crítica iluminada e ilustrada por el marxismo, por un marxismo también repensado y reconducido por lo que llama él la dialéctica negativa. Pero un poco la música tenida como objeto. Por tanto, hay que pensarla, por qué la música no se piensa así misma.
Aquí me enfrento a los grandes filósofos de mi tradición. Kant pensaba que la música solamente da placer. También es verdad que Kant, cuando hacía una jerarquía de las artes, ponía a la música en el estadio más bajo. Hay quien maliciosamente dice que la razón era muy mayor. A Kant no le temblaba el pulso ni la mente, pero a veces tenía manías Y parece ser que tenía unos vecinos que tocaban un cuarteto y que en esa época no había, por así decirlo, paredes maestras que preservarán los sonidos. Y estaba extraordinariamente irritado con estos jóvenes músicos que no le dejaban pensar. El caso es que sitúa la música en el estadio más bajo de toda la jerarquía de las artes, junto a la jardinería, con todos mis respectos para ella, y junto a la ornamentación, concretamente al arabesco. Pone al mismo nivel música, arabesco y jardinería. Es una percepción y una mentalidad que, quizás, puede ser bastante común dentro del mundo de la Ilustración , al cual el propio Kant pertenece. Es verdad que en la propia estética de Kant hay muchos elementos que estarían como en contradicción de esta percepción tan negativa respecto a la música.
Llegamos al romanticismo que, por el contrario, exalta la música, pero por esa vía que para el romanticismo es fundamental: la música como expresión del sentimiento, como expresión de las emociones. El propio Hegel, en una aproximación muy interesante en sus Lecciones de estética sitúa la música en un rango muy elevado, incluso por encima de la pintura, por encima de la arquitectura, en general de las artes plásticas. Pero sólo en la medida, precisamente, en que la música remueve la subjetividad a través de afectos y sentimientos, como decía Schleiermacher. Es un poco la expresión misma del sentimiento, la expresión de una forma a través de las cuales el propio Nietzsche decía que la música era una especie de semiología sistema de signos, relacionado precisamente con los afectos, con los afectos y los sentimientos.
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